“Nunca quise ser una víctima. Yo quería ser un sobreviviente”.
La vida de Jamie Nieto era típica en 2003. Tenía 19 años y era estudiante de segundo año en la universidad, jugaba golf, pasaba su tiempo con su familia y sus amigos, y trataba de averiguar qué quería hacer con su vida. Pero todo eso cambió el 8 de noviembre de 2003, el día de su vigésimo cumpleaños. Fue al campo de golf Franklin Park, Illinois, donde él había trabajado ese mismo día, pero las cosas estaban lentas así que se ofreció para irse a casa temprano. En casa, Jamie empezó a trabajar en el jardín trasero y después decidió encender algunos leños en la hoguera de la familia. Como no tenía líquido de encendedor, Jamie usó esencias minerales para echar a andar el fuego.
“La lata estalló cuando la estaba sosteniendo y de pronto me vi envuelto en llamas de pies a cabeza”, recuerda Jamie. “Por fortuna, mi mamá estaba trabajando en el jardín delantero de la casa. Cuando ella oyó la explosión y mis gritos, corrió atrás de la casa, me tumbó en el suelo y empezó a vaciarme cubetadas de agua para apagar el fuego”.
Un policía de Franklin Park vio el humo y pensó que se estaba quemando la casa. En cosa de minutos, bomberos y paramédicos estaban en el lugar de los hechos. Jamie fue llevado a toda prisa al Centro Médico Universitario Loyola de Maywood, Illinois, con quemaduras de tercer grado en la mitad del cuerpo. Pasó los siguientes días entrando y saliendo de cirugías de injerto de piel antes de ser transferido a Shirley Ryan AbilityLab, anteriormente llamado Instituto de Rehabilitación de Chicago.
El injerto de piel es un procedimiento quirúrgico que implica trasplantar piel a una parte del cuerpo que se haya dañado gravemente debido a lesiones, enfermedad o, como en el caso de Jamie, quemaduras. La piel donada por donantes fallecidos hacen posible este tipo de cirugía.
Una enorme motivación en el proceso de sanación física de Jamie fue su deseo de regresar a su deporte favorito, el golf.
“Cuando los médicos me dijeron que jamás volvería a jugar golf, decidí que les iba a demostrar que se equivocaban”, dijo Jamie. “Nada puede ganarle nunca al golf. Uno puede ser muy bueno un día y terrible al siguiente, pero la naturaleza competitiva del juego, el deseo de ser mejor cada día y una pronta recuperación fueron una fuerza motriz. Yo apliqué eso a mi proceso de sanación. Si un día daba diez pasos, estaba determinado a dar veinte al día siguiente”.
Pasó un poco más de año y medio para que sanaran las cicatrices, pero Jamie necesitó dos años y medio para reconocer realmente lo que le había pasado.
“Es difícil oír que digan que soy un héroe o una inspiración, pues simplemente soy un tipo promedio que enfrentó una situación por arriba del promedio”, afirmó Jamie.
DONACIÓN DE TEJIDOS Y LA COMUNIDAD DE QUEMADOS
Jamie y su amigo Tony, también sobreviviente de quemaduras,
organizaron un torneo abierto de golf hace 13 años para recabar fondos para enviar a víctimas de quemaduras y sus familias al
Congreso Mundial de Quemaduras en Phoenix, la
reunión más grande del mundo de la comunidad de quemados.
Las cosas se le empezaron a acomodar en su lugar a Jamie cuando empezó a participar más en las unidades de quemaduras de los hospitales. Estimulado por su trabajador social, Berry Bennett, su madre y su hermana, y por Tony Gonzales de Naperville, Illinois, también sobreviviente de quemaduras –con quien se relacionó en el hospital donde estaba siendo tratado–, Jamie empezó a hablar con pacientes en Loyola. Para Jamie, son las cosas pequeñas lo que le da las alegrías más grandes. Hablar con sobrevivientes de quemaduras al principio de su trayecto, cuando las cosas todavía les parecen irreales, y después verlos seis meses más tarde y escuchar que repiten una frase que él mismo les dijo y que les resonó profundamente, le da a Jamie una sensación de propósito.
“Este año van a ser quince años desde el accidente”, señaló Jamie. “Si hace diez años me hubieran preguntado si habría evitado todo aquello de haber podido, hubiera dicho que sí sin pensarlo. Pero en los últimos años he ayudado a muchas personas y he hecho cosas que no habrían sucedido si no hubiera ocurrido el accidente. No quiero decir que yo estaba destinado a ser sobreviviente de quemaduras, pero sí he podido realizar algunas cosas maravillosas y de paso ayudar a la gente”.
Actualmente, Jamie es golfista profesional de la PGA en Illinois y compite cada vez que puede. También congregó a la comunidad golfista de Illinois en torno de la defensoría de los sobrevivientes de quemaduras. Hace trece años, Jamie y Tony organizaron un torneo abierto de golf para recabar fondos para enviar a víctimas de quemaduras y sus familias al Congreso Mundial de Quemaduras en Phoenix, la reunión más grande del mundo de la comunidad de quemados, que conecta a los asistentes entre sí y con apoyos y recursos. El éxito del torneo inspiró a Jamie y Tony a organizar un nuevo evento para recaudar donativos a fin de comprarles regalos de Navidad a las familias en las unidades de quemaduras, quienes podrían haberlo perdido todo en un incendio. El primer evento oficial de recaudación se celebró en 2017 y con la ayuda del club de comedia Zanies y del campo de golf donde trabaja Jamie, asistieron más de 100 personas. El 100% de los ingresos se destino a comprar regalos de Navidad para las familias en la unidad de quemaduras. Este año esperan una concurrencia aun más grande.
“Muy al principio me dirigí a la familia de mi donador”, señala Jamie. “Pero le seré franco, cuando era más joven yo no sabía que se podía donar tejidos. Cuando se piensa en donación, la gente piensa en órganos, sin darse cuenta de que los tejidos y la piel son igualmente importantes para salvar y mejorar vidas. Como comunidad de quemados, debemos hacer un mejor trabajo para crear conciencia sobre los sorprendentes beneficios de la donación de piel, y creo que eso empieza con normalizar la forma en que vemos a los órganos. Se pueden salvar tantas vidas donando piel como donando riñones o pulmones”.